viernes, 9 de mayo de 2014

El ejemplo de Moisés y el pueblo de Israel

En la carta que escribió el apóstol Pablo a los hermanos en Corinto, les hace recordar cómo los israelitas que fueron libertados de Egipto no fueron leales al que los salvó, sino que codiciaron cosas malas, clamaron a otros dioses, cometieron inmoralidad sexual, tentaron al Señor, fueron idólatras y murmuraron. Por lo que Dios no les permitió la entrada a la tierra prometida.

Fueron sus hijos los que vieron el cumplimiento de la promesa. Todos los padres, que vieron el poder y las maravillas de Dios no lo vieron por su incredulidad. Y Pablo advierte por el Espíritu Santo que lo mismo podría pasar entre nosotros. Él revela que las cosas que les acontecieron a Moisés y el pueblo de Israel fueron escritas como ejemplo… “para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos”. (1ra Co.10:11)

Esta es una de las razones por la que estudiamos las historias bíblicas pues nos sirven de ejemplo, enseñanza, y advertencia. Aprendemos acerca de cómo es Dios, cómo actúa, lo que le agrada y lo que no; vemos también el comportamiento del hombre y sus aciertos y fracasos. Aprendemos de ellos. Por eso en las próximas semanas estaremos meditando acerca del viaje que los israelitas hicieron por el desierto, desde su esclavitud en Egipto hasta llegar a la tierra de Canaán. Será una buena oportunidad para recordar muchas cosas útiles y valiosas para nuestra vida, pues hoy nosotros somos el Pueblo de Dios que peregrina por el “desierto de este mundo”, rumbo a la “tierra prometida”: La Vida Eterna.

Así como Dios usó a Moisés para liberar a su pueblo de una esclavitud física, material, social. Dios envió a su Hijo para liberarnos de una esclavitud moral y espiritual. Como Jesús mismo lo dijo: “…si el Hijo os libertare seréis verdaderamente libres”.  (Jn.8:36)

Hoy también se nos llama a seguir al libertador y salvador de nuestras almas: Jesús. Pero debemos hacerlo no como lo hicieron ellos, cuyos “corazones” se quedaron atrás, añorando “…las cebollas y ajos de Egipto” (Num.5:11) demostrando así que salieron con sus cuerpos y pies pero dejaron su mente y su ser allá,  en la esclavitud, incrédulos e incapaces de renunciar a un poco de comodidad mientras viajaban a la tierra de bendición y reposo.

“Temamos pues, no sea que permaneciendo aún la promesa, de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado”. “Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia”. (Hebreos 4:1; 12:28)

El Señor ya lo dijo: Mientras viajemos por este mundo rumbo a la patria celestial, tendremos aflicción, pero confiemos: Él ha vencido al mundo. (Jn.16:33)


No hay comentarios:

Publicar un comentario