miércoles, 29 de octubre de 2014

Somos la Iglesia

La Iglesia de Cristo no es un edificio, es gente. Es el grupo de personas que han sido “convocadas”, “llamadas” a dejar las cosas pecaminosas de este mundo para servir en el pueblo de Dios. Si usted ha decidido seguir el llamado de Cristo con fe y ha confesado sus pecados reconociéndolo como Señor y Salvador, entonces, usted pertenece a su Iglesia.

La Iglesia de Cristo no tiene una dirección, no se restringe a un lugar, no depende de algún personaje humano, ni cuenta con alguna oficina que registra en un archivo a sus verdaderos miembros. Los miembros de la Iglesia de Cristo tienen sus nombres inscritos en el Libro de la Vida. Es el Señor quien “conoce a los suyos”.

Pero los discípulos del Señor se reúnen en ciertos lugares y forman ciertos grupos a los que también se les llama iglesias, aunque no debemos confundir los términos. Una es la Iglesia universal, única y espiritual conformada por todos los creyentes de todas las épocas y lugares. Otra es la iglesia local, en las que los cristianos se reúnen para adorar, servir, crecer, etc. y éstas pueden ser muchas. En las cartas del apóstol Pablo vemos tal distinción con expresiones como: “A la iglesia de Dios que está en Éfeso”, “Las iglesias de Asia os saludan”. Sin embargo, cuando se refiere a la Iglesia universal, menciona sólo una: “por un solo Espíritu fuimos bautizados en un solo cuerpo…”, “Cristo es cabeza de la iglesia”.

La Biblia enseña que la Iglesia es mucho más que una institución o un grupo de cristianos que se reúne los domingos; es un organismo vivo unido a Cristo y a los demás miembros, con privilegios y grandes bendiciones, además de funciones y responsabilidades. Por eso en la Biblia vemos que la Iglesia es el cuerpo de Cristo, el templo de Dios. la viña del Señor, la novia de Cristo, el rebaño de Dios, el ejército de Jesucristo, la familia de Dios.

La tradición cristiana de nuestro país nos ha acostumbrado a ver a la iglesia como un local al cual se asiste en ciertos horarios para recibir sacramentos y enseñanza bíblica de parte de un grupo especializado en darlos, diferenciando dos grupos: los que dan y los que reciben, pero esto no es correcto. Todos los creyentes han recibido dones para la edificación de la iglesia, por lo tanto todos tienen que participar activamente dando y recibiendo. De la misma manera que en el cuerpo humano todos los miembros trabajan en unidad y armonía, así también sucede en la iglesia. Ningún miembro sobra, todos son importantes y necesarios.

La Biblia nos ordena a edificarnos mutuamente, a cuidarnos uno al otro, a trabajar en equipo, a participar enseñando, ayudando, dirigiendo, orando, ofrendando, aconsejando, etc. No son solo los pastores, predicadores o misioneros quienes trabajan… ¡trabajan todos los miembros! Y en ese trabajo unido y de fe, se manifiesta la salvación y el obrar de Dios.

La iglesia como cuerpo de Cristo continúa con el ministerio de Cristo. Él vino a comunicar el Evangelio al mundo, a enseñar, advertir, mostrar el amor del Padre, vino a restaurar, a sanar, liberar, salvar y dar esperanza. Y Cristo ha capacitado a su Iglesia por medio de su Espíritu para que siga cumpliendo con esta labor. Cristo no está físicamente en la tierra, pero estamos nosotros, sus discípulos, sus soldados del bien. Jesús dijo que somos la sal de la tierra y la luz del mundo. Somos La Iglesia de Cristo.    



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