La Iglesia de
Cristo no tiene una dirección, no se restringe a un lugar, no depende de algún
personaje humano, ni cuenta con alguna oficina que registra en un archivo a sus
verdaderos miembros. Los miembros de la Iglesia de Cristo tienen sus nombres
inscritos en el Libro de la Vida. Es el Señor quien “conoce a los suyos”.
Pero los
discípulos del Señor se reúnen en ciertos lugares y forman ciertos grupos a los
que también se les llama iglesias, aunque no debemos confundir los términos.
Una es la Iglesia universal, única y espiritual conformada por todos los
creyentes de todas las épocas y lugares. Otra es la iglesia local, en las que
los cristianos se reúnen para adorar, servir, crecer, etc. y éstas pueden ser
muchas. En las cartas del apóstol Pablo vemos tal distinción con expresiones
como: “A la iglesia de Dios que está en
Éfeso”, “Las iglesias de Asia os saludan”. Sin embargo, cuando se refiere a
la Iglesia universal, menciona sólo una:
“por un solo Espíritu fuimos bautizados en un solo cuerpo…”, “Cristo es cabeza
de la iglesia”.
La Biblia
enseña que la Iglesia es mucho más que una institución o un grupo de cristianos
que se reúne los domingos; es un organismo vivo unido a Cristo y a los demás
miembros, con privilegios y grandes bendiciones, además de funciones y
responsabilidades. Por eso en la Biblia vemos que la Iglesia es el cuerpo de Cristo, el templo de Dios. la viña del Señor, la novia de Cristo, el rebaño de Dios, el ejército de Jesucristo, la familia de Dios.
La tradición cristiana
de nuestro país nos ha acostumbrado a ver a la iglesia como un local al cual se asiste en
ciertos horarios para recibir sacramentos y enseñanza bíblica de parte de un
grupo especializado en darlos, diferenciando dos grupos: los que dan y los
que reciben, pero esto no es correcto. Todos los creyentes han recibido dones
para la edificación de la iglesia, por lo tanto todos tienen que participar
activamente dando y recibiendo. De la misma manera que en el cuerpo humano
todos los miembros trabajan en unidad y armonía, así también sucede en la
iglesia. Ningún miembro sobra, todos son importantes y necesarios.
La Biblia nos
ordena a edificarnos mutuamente, a cuidarnos uno al otro, a trabajar en equipo,
a participar enseñando, ayudando, dirigiendo, orando, ofrendando, aconsejando,
etc. No son solo los pastores, predicadores o misioneros quienes trabajan…
¡trabajan todos los miembros! Y en ese trabajo unido y de fe, se manifiesta la salvación
y el obrar de Dios.
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