Cuando Jesús
les preguntó a sus discípulos si querían dejarle para buscar otro camino mejor,
Pedro le respondió: “¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. Para Pedro
y sus compañeros no había ninguna otra persona, ningún otro camino mejor que
merezca la pena transitar, vivir y hasta morir, que el camino de Jesús. Porque
– como él mismo Jesús lo declaró – Él es El Camino, La Verdad y La Vida, sólo
por medio de él volvemos al Padre.
La reflexión
de Pedro es de suma importancia. Todos deberíamos hacernos tal pregunta: ¿A
quién iremos? ¿A quién seguiremos? ¿A un político? ¿A un Gurú? ¿Las estrellas? ¿Alguna iglesia? ¿Qué otro camino podría ser
más seguro que el de Cristo? Los cristianos nos llamamos precisamente así porque
seguimos a Jesús. No seguimos a otra persona, ni siquiera a una iglesia o
pastor, sino a Jesús mismo. Hemos puesto nuestra confianza en aquel que fue enviado
por Dios para entregar su vida y salvarnos, guiarnos hacia lo bueno, lo
correcto, lo mejor. Para darnos “vida abundante” con Dios.